jueves, 17 de febrero de 2011

Miguel Boyer: Análisis del sistema económico español

(fuente: Eleconomista.es (Antonio Papell))
La situación económica de muchos millones de ciudadanos es todavía dramática. Además, el sector de los medios de comunicación, muy golpeado por la crisis de publicidad y venta cuando estaba experimentando una delicada reconversión a causa de la irrupción de Internet y de las nuevas tecnologías, tampoco respira optimismo alguno.
Sin embargo, parece conveniente racionalizar el estado general de ánimo del país mediante los datos objetivos de que se dispone, y que nos indican, en primer lugar, que estamos al final del túnel y, en segundo lugar, que son mentira los principales tópicos que se han utilizado para desacreditar nuestro sistema económico y pretender excluirnos del grupo de cabeza de la Unión Europea.
Calibrar la crisis económica
Miguel Boyer, primer ocupante de la cartera de Economía y Hacienda durante la presidencia de Felipe González, después empresario de éxito que ha hecho gala de su
independencia ha tenido aproximaciones a la Fundación del PP, FAES, sin por ello abdicar de sus convicciones socialistas-, ha publicado esporádicamente algunos artículos clave para entender y calibrar la crisis económica española.
El último de ellos, aparecido esta mañana en El País, es sumamente iluminador y su lectura modula favorablemente las expectativas que razonablemente debemos mantener sobre la crisis.
Desmontando mitos
Uno de los efectos benéficos del artículo es el desmontaje, con datos, de varios estereotipos falsos que lastran psicológicamente nuestra economía y han sido cultivados con frivolidad incluso por algunos premios nobel.
Es incierto, en primer lugar, que los trabajadores españoles seamos improductivos: si nuestra productividad se estancó entre 1996 y 2002 a causa de la inmigración masiva y la ocupación en el inmobiliario, "el crecimiento del PIB por ocupado español fue más rápido que el de Alemania y el de Italia entre 1982-1993 y, de nuevo, entre 2004 y 2009. Y, en 2009, la productividad por ocupado española, estaba entre la de Alemania y la de Italia.
En 2010, la productividad por asalariado fue del 2,4% en el conjunto de la economía y del 6,6% en la industria. Si no fuera así, habría sido imposible el notable crecimiento de nuestras exportaciones, que fue en promedio del 5,4% entre 1981-1990 (igual que el de Alemania), del 10% 3en 1991-2000 (Alemania 6,4), y del 2,5% en 2001-2010, inferior al de Alemania (5,2%), pero superior a la media de la Eurozona (2,2%)".
Niega Boyer en segundo lugar que los españoles trabajemos poco: un ocupado español trabaja un promedio de 1.654 horas al año, lo mismo que un americano y más que un francés (1.554), un británico (1.647) o un alemán (1.390). Finalmente, es del todo incierto que los españoles no hubiéramos "hecho los deberes" cuando nos acometió la recesión globalizada: tuvimos superávit de las cuentas públicas antes de la crisis cuando la media de la Eurozona estaba en negativo. Y entramos en la crisis con la menor deuda pública (53%) frente al 73% de Alemania, el 78% de Francia o el 116% de Italia.
Para salir de la recesión
Explica además Boyer el proceso de salida de la recesión: España no tocó fondo en 2009 porque el Gobierno comenzó el ajuste con un severo recorte del gasto público en el último trimestre del 2008, a costa de retrasar el fondo de la crisis hasta el primer trimestre del 2010. Pero ya en el pasado año, España tuvo un retroceso de sólo el -0,1% -muy inferior a todas las previsiones-, crecerá este 2011 un 0,8% aproximadamente y ya en 2012 alcanzará una tasa del 1,7%, entre el 1,9% de Francia y el 1,4% de Italia.
En 2013, con un 2%, España estará según el FMI en la zona de los crecimientos más altos y recuperará los ritmos de antes de la crisis. En tanto no se alcance este 2% seguirá sin crearse empleo y de los 2,7 millones de trabajadores que llegaron a trabajar en el ladrillo, 0,7 millones seguirán sin encontrar trabajo.
No hemos dejado atrás el drama pero ya se puede fechar con prudente realismo la fase de recuperación. Quizá sea el momento de infundir más optimismo en el crisol de las iniciativas económicas, indispensable para que los empleadores vuelvan a asumir riesgos y a dar rienda suelta a su vocación de emprendedores.

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